Artículo de J. ÓSCAR BEORLEGUI publicado en Diariodenavarra.com:
La satisfacción del trabajo bien hecho
Fecha: sábado, 18 de diciembre.
Lugar: Pabellón Anaitasuna, Iruñea.
Incidencias: concierto final de la gira de presentación de La tierra está sorda, último CD de la banda. Lleno a rebosar. 3 horas y 1/2 de duración, bises incluidos.
BARRICADA se retiró el sábado a sus cuarteles de invierno tras protagonizar un apoteósico concierto de final de gira en el Anaitasuna; tras brindar una inolvidable actuación de despedida… por partida doble: del CD La tierra está sorda -y sus circunstancias, dejando atrás definitivamente el tiempo invertido en su preparación- y de los escenarios hasta 2012, año en el que regresarán a una con la celebración del trigésimo aniversario de la creación del grupo.
La velada, al igual que sucediera hace un año con motivo de la presentación de dicho álbum (trabajo con el que el incombustible cuarteto se ha hecho con un nuevo Disco de Oro, poniendo de manifiesto que, pese a que algunos traten de silenciar su trayectoria, sigue siendo imposible hacer oídos sordos ante su fuerza; que ahí continúa su público, dispuesto no ya sólo a continuar escuchando y disfrutando su música, sino a pagar por ella) presentó dos partes perfectamente diferenciadas, sonando en la primera todos los temas del citado CD y, a continuación, una escogida selección de grandes éxitos, ofrecida y vivida en verdadero loor de multitudes.
Así las cosas, en medio de una expectación propia de las grandes ocasiones; ante un pabellón convertido en una inmensa caldera, perfectamente respaldados Ibi, Boni, Alfredo y el Drogas por Iker Piedrafita a las guitarras, al bajo y a los teclados -en ocasiones- y a los coros, el primer desfile de canciones arrancó con Desfilan, tema jaleado por la cancha con tanta emoción como la desplegada a la hora de cantar todos los demás, antes de que Una lágrima en el suelo anunciara el final; ofrecidos todos ellos bajo una iluminación sobria e inquietante -por momentos-, con los focos luciendo y parpadeando cual cortantes reflectores en medio de la noche. Y tras mostrar la primera cara de la moneda, después del ejercicio de musicada reflexión y memoria histórica vivido, en medio de una iluminación ya netamente festiva, llegó la hora de la segunda, traduciéndose en una auténtica fiesta, a tenor de cómo fue disfrutada por los presentes: por un público que emocionado y entregado desde el chupinazo representado por Sean bienvenidos (perfectísima tarjeta de embarque), se las cantó todas... como siempre. Como nunca. Por un gentío que, en la noche del cumpleaños de Alfredo Piedrafita (agasajado por su equipo con una tarta en pleno concierto y felicitado por las primeras filas cartulinas con su nombre en mano), protagonizó, damos fe, el segundo concierto participativo en dos días, tras el brindado la víspera por Oskorri. Finalmente la actuación, al rojo vivo, pareció concluir con En blanco y negro, pero aún quedaban bises, rematando faena la banda con Oveja negra, No hay tregua (ofrecida a capella por los presentes -prácticamente-, cómo retumbó el viejo pabellón), Esta noche no es… y La silla eléctrica.
Convertidos en un más que eficaz contraveneno frente al olvido, los Barricada cerraron ciclo el pasado sábado en el mismo marco que eligieran un año atrás para presentar su último disco, disfrutando por partida doble de lo siguiente, más allá que de sus canciones y del fervor de los suyos: de la satisfacción del trabajo bien hecho. De las mieles deparadas por un trabajo hecho a conciencia… y lo más importante, con conciencia: no en vano estamos hablando de historias para no olvidar, a pesar de su componente trágico. Por eso, precisamente. Y lo hicieron protagonizando en ésta, la última etapa de su personal tour de presentación del mismo, todo un paseo triunfal en el Anaitasuna. Su particular desfile de la victoria. Pese a que la guerra contra la sordera colectiva ni está ganada ni ha terminado, dándose un auténtico baño de masas en el presente recinto: fuera de toda duda, sus campos Elíseos por excelencia, tras el más que brillante tour llevado a cabo por el plantel comandado por el Drogas. En fin, vayamos terminando: ofreciendo un gran concierto que, con inequívoco sabor a despedida -aunque la misma no sea definitiva, sino un hasta luego-, nos trajo a la memoria incluso el protagonizado en 1988 por Kortatu con motivo de su adiós, en este mismo marco.
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