El suplemento veraniego del diario Público "LIBRE" publica unas líneas en primera persona de El Drogas donde explica la vida en la carretera de Barricada.
Sudor, adrenalina y nada de alcohol: los directos de Barricada se convierten en una olla a presión.
El pasado fin de semana fue de infarto. Desde Beniel, en Murcia, donde fue el primer concierto, a La Granja de San Ildefonso, en Segovia, acabando el sábado en Béjar (Salamanca). En la furgoneta, como siempre, íbamos el grupo al completo, además de Iker (que es un músico de apoyo) y el conductor. Siempre somos puntuales o al menos lo intentamos, porque si no sería un lío. Se puede decir que para eso somos bastante formales. Yo suelo leer bastante durante los viajes, son kilometradas que me las tomo formando un ente entre el sillón, el libro y yo. Otros van escuchando música. Cada uno lo aguanta como puede. Las anécdotas de carretera son siempre parecidas: ¿quién no se ha olvidado de alguno que se bajó a orinar y hemos tenido que dar media vuelta?
Para el último concierto del fin de semana, nos interesaba descansar mucho, así que apuramos al máximo para salir del hotel a las 12 de la mañana. Cuando llegamos a Béjar, comimos algo juntos y luego descansamos cada uno por su lado. La verdad es que nosotros no somos de liarla, somos muy tranquilos. Sería complicado estar tantos años de carretera de otra forma: la lías al principio, cuando una resaca se cura con otra. Ahora mismo, la mayoría ni bebemos alcohol ni tomamos sustancias psicotrópicas porque ya hemos cubierto el cupo. La gente se merece un respeto cuando sales al escenario y para eso hay que cuidarse físicamente.
Generalmente nos gusta llegar al hotel con tiempo antes de la prueba de sonido. La idea es ducharse, una limpia de piños y quitarse el cansancio del amontonamiento de kilómetros. Llegas a la prueba en condiciones, ya los técnicos han hecho el trabajo más engorroso, con lo cual nos encontramos con todo preparado. La mayor manía que tenemos antes de salir es quedarnos solos por lo menos 15 minutos. Siempre hay gente que te pide fotos, saludos, besos. Pero un cuarto de hora antes de tocar, no queremos a nadie por allí. Masticamos nuestro nerviosismo. Luego, salir e ir a saco. El que no suda, no cobra.
Cuando comienza la sintonía, me voy cargando de adrenalina y todo se pasa en cuanto doy el primer guitarrazo. Todo toma sentido, los kilómetros, el disco, las promociones. Para Barricada, el directo es lo principal. Es que es una auténtica fiesta ver cómo la gente canta las canciones, corea el nombre del grupo antes de salir. Se convierte en una olla a presión de intercambio de sudores... Es el momento de ir a por todas.
Cuando termina el concierto, bebo toda el agua posible y Aquarius, y tomo chocolatinas... Y desde que no tenemos bebidas alcohólicas, el número de personas que pasa por nuestro camerino se ha reducido considerablemente. Antes parecía el camarote de los hermanos Marx. Ahora es todo más tranquilo. Reventados, lo que nos gusta es coger la furgo, ir al hotel y cada uno, en su habitación, espera a que su espíritu baje al cuerpo.
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